La pandemia de COVID-19 ha puesto el foco en esta teoría que se remonta al siglo pasado y que aún sigue siendo objeto de acaloradas discusiones científicas. Hablamos de ello en este artículo publicado en Muy Interesante.
En el año 2001, dos investigadores estadounidenses publicaron un artículo en la revista Conservation Biology en el que retomaban la teoría del ‘efecto dilución’, que viene a decir que en un ecosistema con mayor biodiversidad hay menos posibilidad de transmisión de enfermedades a los humanos. En el contexto de la pandemia de COVID-19, y considerando que en torno al 70 % de las enfermedades infecciosas en humanos tiene un origen animal, la teoría del efecto dilución ha vuelto a cobrar protagonismo, y nos preguntamos si esta sugerente hipótesis es aplicable en todos los casos.
“Después de la publicación de este artículo muchos investigadores comprobaron la teoría del efecto dilución en otros sistemas, pero casi todo eran estudios correlacionales, es decir, medían la diversidad de potenciales hospedadores de un parásito y alguna medida del riesgo de enfermedad, pero no ahondaban en las causas, que es algo fundamental en ciencia”, nos explica Mario Garrido, investigador en ecología de enfermedades de la Universidad Ben-Gurion de Israel. “Además, hay que tener en cuenta que Ostfeld y Keesing – los autores del citado artículo-, testaron la hipótesis en un ecosistema muy específico, que son los bosques caducifolios de Norteamérica, y con una enfermedad muy concreta que es el Lyme”, nos explica. Uno de los artículos más críticos con la universalización de la teoría, publicado en el año 2012 en la revista Parasitology, argumentaba también que la aparición del efecto dilución o de su contrario, el de amplificación, depende más de la composición específica que de la biodiversidad per se.
Garrido y sus compañeros acaban de publicar un artículo en la revista Proceedings of the Royal Society B que aborda el estudio del efecto dilución en sistemas multihospedador: “los modelos clásicos de sistemas parásito-hospedador eran muy compartimentalizados: tienes un parásito y un hospedador y estudias sus relaciones directas, pero en la naturaleza todo está conectado y la complejidad es mayor: un mismo parásito infecta a varios hospedadores y un mismo hospedador está infectado por varios parásitos, lo cual tiene consecuencias a nivel evolutivo. Nosotros estamos intentando integrar esa complejidad natural en nuestros modelos”, nos explica. Los resultados de su estudio, realizado en sistemas dunares con tres especies de gerbo que funcionan como hospedadores, sugieren que una de ellas funcionaría como amplificador de patógenos y otras dos como diluyentes.
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