Entrevisto para la revista Ser Padres a la autora de “Educar en el asombro”, un libro que ofrece claves para educar a los niños en una época frenética que ahoga su deseo por conocer y por descubrir el mundo.
¿Cómo educar en un mundo frenético e hiperexigente? Esta es la pregunta a la que Catherine L’Ecuyer pretende dar respuesta en su libro “Educar en el asombro”, que ya va por su 10ª edición. La autora, madre de cuatro hijos y divulgadorade temas educativos, reflexiona sobre la presión a la que se ven sometidos los padres de hoy en día y critica la sobreestimulación, el bombardeo informativo y el exceso de actividades programadas para el ocio de los niños. En sus páginas reivindica el juego libre, el respeto hacia los ritmos propios de cada niño y el contacto con la naturaleza y el misterio como vías para despertar el deseo del niño por conocer y por descubrir el mundo a su manera.
Háblanos del asombro… ¿qué es? ¿Cómo conservar la capacidad de asombro de nuestros hijos?
¿Por qué la luna no es cuadrada?, preguntan los niños cuando se asombran. Se asombran ante la luna, que es redonda y no cuadrada, porque no dan por supuesto la forma de la luna. Estrenan el mundo, se sorprenden ante todo lo que van descubriendo. El sol que deslumbra, la hierba que pica, el rojo intenso de una manzana. Todo les sorprende y eso les motiva a conocer. Por eso, los filósofos griegos decían que el asombro es el deseo de conocer. El asombro es clave en el aprendizaje. Si no hay asombro, no hay motivación para conocer, para aprender. El asombro del niño trabaja cuando su entorno es favorable, por ejemplo, cuando se respetan los ritmos del niño, su inocencia o su sed de misterio.
Das mucha importancia a que los niños estén en contacto con la naturaleza. ¿Cuáles son los beneficios de este contacto?
La naturaleza es la primera ventana de asombro a la que se asoman los niños -y también los adolescentes y adultos-. Ante la naturaleza, los niños se dan cuenta que existe algo más grande que ellos mismos, algo bello. Además, los estudios confirman los efectos positivos de la naturaleza: ante ella, los niños mantienen la atención durante más tiempo y encuentran juegos que se ajustan a sus capacidades.
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