Hace miles de años, dos especies humanas se encontraron en el continente europeo. Homo sapiens, recién llegado de África, y H. neanderthalensis, que desaparecería poco tiempo después. Equipos de científicos de muy diversas disciplinas se afanan en reconstruir la historia de este encuentro.
Aunque hoy en día somos la única especie humana que habita la faz de la Tierra, esto no ha sido siempre así. De hecho, nuestra actual ‘soledad’ es excepcional, y según vamos rastreando más y más en la historia evolutiva nos damos cuenta de que, hasta hace muy poco, compartíamos el mundo con otras especies de homínidos. Tras la reciente descripción de Homo luzonensis, el panorama de lo que sucedía en el planeta hace pocos miles de años se muestra cada vez más interesante, y nos hace darnos cuenta de que, seguramente, hay muchos tipos de humanidades distintas, y que en el pasado, cuando los grupos de homínidos se movían y mezclaban menos que en la actualidad, diversas situaciones de aislamiento llevaban a las especies a caminos evolutivos muy diversos, cada una encontrando su propia estrategia adaptativa para sobrevivir y reproducirse en un entorno distinto.
Uno de esos primos evolutivos que más nos fascina es, sin duda, el hombre de Neandertal. Aunque ha sido estigmatizado durante muchos años como un pariente bruto y torpe, de aspecto simiesco, perdedor en la batalla por la supervivencia, la visión actual está – afortunadamente- cambiando, y por fin empezamos a reconocer a Homo neanderthalensis como quien realmente fue: una especie muy parecida a la nuestra, con la que compartimos un antepasado común muy cercano en el tiempo y de quien, de hecho, conservamos cierta huella genética.
“Creo que esa fascinación que sentimos por los neandertales se debe, fundamentalmente, a que convivieron con nosotros”, reflexiona Ana Belén Marín Arroyo, investigadora en el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (Universidad de Cantabria). “Los neandertales habían vivido exitosamente en toda Eurasia durante más de 200.000 años, pero de repente llegamos nosotros y en 5.000 años les barremos del mapa… eso, yo creo, es lo que genera las ganas de saber más”.
El equipo de Marín Arroyo acaba de poner en marcha un nuevo proyecto llamado SUBSILIENCE y financiado por el Consejo Europeo de Investigación (ERC Consolidator Grant) que pretende, precisamente, ahondar en las causas que llevaron a los neandertales a su extinción. La idea es estudiar el impacto de las oscilaciones climáticas y medioambientales en el sur de Europa en un momento clave: aquél en el que se produjo el contacto entre las últimas poblaciones de neandertales y las primeras de H. sapiens recién llegadas de África.
“La zona sur del continente europeo es estratégica en estos momentos, porque las poblaciones neandertales habían vivido sin ningún problema durante más de 200.000 años, habían afrontado diferentes cambios climáticos, pero estaban solas en el continente. Bueno, ahora ya sabemos que estaban por ahí los denisovanos, y alguna otra especie, pero no había mayor problema con eso”, nos explica la investigadora. “Seguramente hubo momentos de extinciones puntuales de algunas poblaciones de neandertales, pero no fueron totales. Pero aparece una nueva especie, H. sapiens, y las poblaciones de neandertales, que parece que ya estaban algo tocadas debido al aislamiento y a la endogamia, se van replegando en el sur de Europa”.
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