Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de defunción en mujeres a escala mundial, pero hasta hace poco se estudiaban solo en hombres. En este reportaje publicado en Muy Interesante exploro a fondo este fenómeno.

Una tarde, María G. acude a urgencias después de horas encontrándose fatal, con muchas náuseas, sudoración y un fuerte dolor en el pecho. María está sufriendo un ataque cardíaco pero, tras hacerle algunas preguntas rutinarias, el facultativo encargado del caso la envía a su casa tras prescribirle un sedante.

Aunque María G. es un personaje ficticio, lo cierto es que durante muchos años se ha considerado que las mujeres, especialmente las premenopaúsicas, no podían tener enfermedades cardiovasculares. Aún hoy en día, y según reveló un estudio publicado en la revista Women’s Health en 2018, los hombres con dolor torácico tienen 2,5 veces más probabilidades de ser enviados al especialista en cardiología que las mujeres. “Cuando una mujer se presenta en los servicios de urgencias con un dolor torácico acompañado de otra sintomatología, es mucho más probable que se le diagnostique cualquier otra dolencia o que se la trate con sedantes o antidepresivos antes de plantearse la posibilidad de que pueda padecer alguna enfermedad cardiaca”, explica Carme Valls Llobet, médica especializada en endocrinología y medicina con perspectiva de género, en su libro Mujeres invisibles para la medicina, publicado por Capitán Swing.

Una de las primeras personas en alertar sobre este sesgo fue Bernadine Healy, una cardióloga estadounidense que en 1991 publicaba un artículo en la revista The New England Journal of Medicine en el que bautizaba el problema como el síndrome de Yentl. Healy alertó de que las mujeres, no solo tenían menor probabilidad que los hombres de recibir un tratamiento adecuado en el caso de tener un problema cardiaco, sino que tampoco estaban bien representadas en las investigaciones sobre prevención, sintomatología y tratamiento de enfermedades cardiovasculares. “Hasta bien entrada la década de los noventa, los estudios sobre este tema solo incluían a hombres, existía un fuerte sesgo mental en el que se presuponía que las mujeres no podían tener infartos”, nos explica la doctora Valls en una entrevista. “Se ve que nadie se leía las estadísticas, porque desde hace años la mortalidad posinfarto en las unidades de coronarias es superior en las mujeres”.

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